El desarrollo de la criptografía cuántica descifrará todas las claves actuales

La delincuencia informática al parecer   va mucho más veloz que su seguridad. Dentro de 30 años, muchos de los secretos que guarda el mundo moderno bajo potentes algoritmos criptográficos, como los datos médicos o la información clasificada de los gobiernos, correrán un peligro real de saltar por los aires. La criptografía cuántica se encargará de que su descifrado sea un juego de niños, susceptible de caer en manos de terroristas o criminales.

Quien realizó tal profecía no fue un simple adivino, sino respetables investigadores como Martin Hellman, coinventor de la criptografía de clave pública, y el criptólogo argentino Hugo Scolnik, durante sus intervenciones en el Día Internacional de la Seguridad de la Información en la Universidad Politécnica de Madrid.

Hellman y Scolnik sostienen que la criptografía cuántica está aún en un estado embrionario y hasta dentro de 30 años no se verán sus primeras aplicaciones prácticas, que romperán con facilidad los actuales sistemas de cifrado. Mientras tanto, ha empezado una carrera paralela para proteger la información que debería seguir siendo secreta cuando irrumpa la criptografía cuántica.

Hellman aseguró que está preocupado por si cae en malas manos. De momento, los investigadores trabajan en una de las pocas soluciones a su alcance: cifrar las cosas por duplicado, combinando criptografía simétrica y asimétrica, de forma que si la cuántica rompe la asimétrica, quede aún en pie la simétrica. El problema, dijo, es que “es muy caro, por lo que sólo puede usarse para información realmente valiosa”.

El riesgo de que esta novedosa tecnología se use con fines perversos no es ninguna utopía, ya ha sucedido con los programas informáticos, como demostró Sergio de los Santos, consultor de seguridad de Hispasec Sistemas: “En el código malicioso hemos pasado del romanticismo al todo por la pasta, gente organizada que presta especial atención a atacar la banca en línea”. Como ejemplo de su creciente poder, mostró fotos de una lujosa fiesta en Praga que reunió a algunos de estos nuevos criminales.
Troyanos latentes

Según De los Santos, “funcionan como una industria, el código que producen es muy bueno y sofisticado, optimizando los recursos para obtener mayores beneficios”.

Ni los antivirus ni los cortafuegos protegen ya contra estos criminales que “han tomado la web para distribuir sus códigos y también como parte de su infraestructura”, refiriéndose a la Rusian Business Network, una empresa de San Petersburgo que vende servicios web para distribución de código maligno y phishing.

Muestra de la sofisticación de esta industria es la familia de troyanos Sino Wall, explicó De los Santos: “Una vez te has infectado, el troyano queda latente, vigilando tus hábitos de navegación. Cuando detecta que has visitado algo interesante, por ejemplo un banco, envía esta información cifrada al criminal, que decide si es un objetivo apetecible y si tiene algún código malicioso específico para él. Si se da el caso, lo instala en tu máquina para que robe tus claves”.

Otra muestra de la complejidad de estos troyanos es su funcionamiento modular, de forma que el mismo pueda servir para diversas funciones, al gusto del criminal: enviar correo basura, bombardear redes o infectar otros ordenadores. Además, detectan el navegador que está usando su víctima y descargan troyanos específicos para aprovechar los agujeros de este programa. Fernando Acero, de Hispalinux, añadió: “Si tu ordenador está infectado con un troyano, hará las operaciones que quiera con tu DNI electrónico”.

El director de la Agencia Española de Protección de Datos, Artemi Rallo, ofreció otro ejemplo de mal uso de la tecnología: el trabajador que instala en el ordenador de su oficina un programa de intercambio de archivos y lo configura mal, de forma que abre al acceso público la base de datos de la empresa, con información privada de miles de personas. “Ya ha habido una sanción y habrá otras, algunas por datos más sensibles”, anunció Rallo.

El director de la agencia se quejó de que “no hay información sobre los riesgos que plantean las herramientas tecnológicas, ni tampoco conciencia ciudadana sobre privacidad”. Y preguntó al público: “¿Cuántos ciudadanos pulsan la cláusula de privacidad de la web que visitan?: uno de cada 10.000. Nadie quiere perder ni tres segundos en conocer los riesgos a que se expone”.

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